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martes, 12 de abril de 2011

Entre dos dictaduras: No a Ollanta, no a Keiko.

Hace dos días que se dieron los comicios presidenciales en mi país, el Perú. Estuve haciendo una mini campaña personal, no a favor de un candidato que bien uno puede tenerlo. No. Intenté por todos los medios tratar de persuadir a familiares y amigos (y no tan amigos) empecinados todos ellos en sus “votos perdidos”. Les avisé casi con señales de humo que se venía un panorama de horror. Había que votar por el tercero. Se tenía que ejercer más que nunca un "voto útil".


¿Por qué?






Segunda vuelta entre Ollanta Humala y Keiko Fujimori

Al tener acceso a encuestas del extranjero y alguna otra, incluso una encargada por Palacio de Gobierno, supe que los candidatos de “Gana Perú” y de “Fuerza 2011” eran los que estaban en primer y segundo puesto en aquellas terroríficas cifras.

Una anunciada segunda vuelta entre Ollanta Humala y Keiko Fujimori amenazaba a mi país… y la gente parecía no entender, se mostraba sorda, ciega, muda, obtusa y necia. Incluso presencié al antes brillante y ahora tristemente célebre Mario Vargas Llosa, saliendo a mal emplear su influencia de opinión, apoyando al candidato que ocupada el cuarto lugar. Sabiendo que peligraba la democracia, anunció su voto por Toledo. 


Marito... yo te admiraba.




Salvar la democracia

Era menester que, o bien la población votara por Pedro Pablo Kuczynski (alias PPK) aún siendo simpatizantes de Alejandro Toledo o Luis Castañeda Lossio (u otro), o; que estos antes mencionados se unieran al primero o declinaran a sus candidaturas. De más está decir que esta segunda opción perfectamente sensata en teoría, era por demás imposible en la práctica. ¿Pedirle a un político que renuncie a sus ambiciones?

Por lo tanto me vi inmersa  -involuntariamente-  en la misión de convencer a los que tuviera a mano en las últimas 12 horas en que se supo de estas funestas  (y neciamente prohibidas) noticias. Tarea nada fácil para una idiosincrasia como la peruana.

Quizá yo triunfé en mi entorno ya que logré virar la decisión de buena parte de este  -aunque algunos se resistieron firmemente como si no entendieran mi mensaje de alerta, de emergencia… mi SOS-  pero fracasó profundamente el resultado final: pese a la alarma de sismo, los pobladores peruanos consiguieron, una vez más, cavar su propia tumba en las urnas.

Las cifras dieron su veredicto: Segunda vuelta entre Ollanta Humala y Keiko Fujimori.






Entre dos dictaduras

Y ahora estoy aquí preguntándome porqué Dios no nos hizo el milagro. Es tan triste, ahora que mi país se iba para arriba, verlo como se autodestruye.

Me siento como una "rehén" maniatada, obligada a tener que votar por alguno de ese par de malhechores de alto vuelo.

Me duele mi país. Me duele el futuro de mi hija, de esos jóvenes entusiasmados como hace muchos años ya no, con una elección, con la política, con una esperanza de país que se va como agua entre los dedos.

Y no estoy sola. Hay un mar de gente que no se conforma, las redes sociales son sólo una pequeña muestra.




Epitafio

Saludo a PPK por no retirarse e irse del país y por su quijotesco  -con todo respeto es una apreciación muy particular-  intento de la firma de un "compromiso" de seis puntos en defensa de la democracia.

¿Qué tanto puede valer la firma de este par de villanos? ¿Así lograra arrancarles la rúbrica... cumplirían? ¿Respetarían este dúo de sinvergüenzas, corruptos  y dictadores que bordean lo delincuencial un “pacto de caballeros”? ¿Chávez lo hizo?

Yo no lo creo.

Ollanta Humala cosecharía un país más para el grupete de Chavez en Sudamérica. Se convertiría en el Evo Morales de Bolivia, en la Cristina Kirchner de Argentina o en el Rafael Correa de Ecuador… incluso en el ya ex presidente Lula da Silva, de Brasil.

Keiko Fujimori, cuyos recursos para sus exclusivos estudios en EEUU aun siguen siendo investigados, conseguiría liberar a su encarcelado padre Alberto Fujimori, sentenciado por crímenes de lesa humanidad y violación contra los derechos humanos, corrupción, interceptación telefónica y en medios de comunicación y más, mucho más.

En un afán de esperanza pienso que en el corto camino hacia el fatal día... el 5 de junio, ellos mismos se pondrán cabe con sus bajezas, cometerán torpezas porque no pueden siempre ocultar o maquillar sus actos y palabras.






Es muy cierto que hay otra mitad del país a quien escuchar, un llamado de atención al olvido, una riqueza desigualmente distribuída, pero que se equivoca grandemente en la traducción de su protesta. Lamentablemente han confiado en caminos escabrosos. 

Entonces, los que hasta ahora están aceptando, más de fuerza que de ganas, optar por alguno de ellos; terminarán mirando hacia los que desde un inicio dijimos un rotundo no.  No hay un "mal menor", esta vez ambos son “peores”.

No a Ollanta, no a Keiko.